Hallé un amigo celestial
1. Hallé un amigo sin igual,
amome eternamente;
de amor la cuerda celestial
me atrajo dulcemente.
Vencida mi alma, se la doy
en liga permanente;
pues mío es Él, y suyo soy,
ahora y para siempre.
Sí, mío es Él y suyo soy
ahora y para siempre.
Contento estoy, al cielo voy;
soy suyo para siempre.
2. Hallé un amigo sin igual,
murió por mí y salvome;
y todo don espiritual
Él en sí mismo diome.
Y ya no tengo posesión,
me entrego enteramente
—mi vida, fuerza y corazón—
a Cristo para siempre.
3. Hallé un amigo sin igual,
pues suya es la potencia
de guiarme en senda terrenal
de aquí hasta su presencia.
La gloria brilla más allá
de aquel hogar paterno;
me anima a vigilar y obrar
hasta el reposo eterno.
4. Hallé un amigo sin igual,
tan fiel y bondadoso;
mi defensor de todo mal,
mi guía poderoso.
Y del autor de salvación
¿quién separarme puede?
Ninguna fuerza ni aflicción;
soy suyo para siempre.
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