Después de una lucha interna por tratar de ser justo delante de Dios, Martín Lutero comprendió, leyendo Romanos 1:17, que nunca iba a conseguir la justicia divina por medio de sus obras, sino que era un regalo de Dios, recibido solamente por la fe.
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe viviráRomanos 1:17
El 31 de octubre de 1.517 Martín Lutero clavó las 95 tesis a la puerta de la catedral de Wittenberg, Alemania. Este evento marcó un cambio histórico en la vida de Lutero, pero aún más, en la historia de la humanidad, dando inicio a lo que se conoce como la reforma.
No es de olvidar que lo ocurrido a partir de ese 31 de octubre no fue producto de la obra de un hombre, sino que era obra de Dios, para volver a la verdad de las Escrituras y de la salvación por la fe sola en Cristo. No por eso dejamos de considerar quien, con tanto valor, se mantuvo firme en su convicción en la Palabra de Dios a pesar de la fuerte e intensa oposición y persecución para hacerle retractarse. Sin duda un ejemplo para nuestra generación que con tanta facilidad se deja llevar por la presión de otros para cambiar sus convicciones sobre la Palabra de Dios.
No sería necesario escribir más sobre alguien de quien se ha escrito mucho. Solamente nos limitaremos a atraer la atención a alguien que también marcó un cambio importante en el canto en la iglesia.
Martín Lutero nació el 10 de noviembre de 1.843 en Eisleben, en lo que ahora sería Alemania, hijo de Hans y Margaret Luther. En 1.505 la vida de Martín cambió drásticamente. Durante una terrible tormenta en el camino de Erfurt un rayo casi quita la vida del joven. Aterrado por esa tormenta, Martín prometió en ese momento convertirse a monje si salía vivo del peligro. Con determinación cumplió su promesa.
Se destacó durante sus años de monje. Sin embargo, no había paz en su corazón al saber que no podía cumplir con el estándar divino de justicia y santidad. Leyendo Romanos 1:17 entendió que no era por sus obras, sino que “el justo por la fe vivirá”. Dijo: “Finalmente, meditando día y noche, por la misericordia de Dios, entendí que la justicia de Dios por la cual el justo vive es un regalo de Dios, que es la fe. Fue allí que sentí que nací de nuevo, como si hubiese entrado en el paraíso mismo y las puertas del cielo se abrieran delante de mí”.
Martín Lutero no inventó algo nuevo, sino que trajo a la luz verdades que están escritas hace mucho tiempo en el Nuevo Testamento, pero que no eran predicadas. Otra de esas verdades es el canto congregacional. Lutero tenía la convicción firme de la importancia y el poder de la música como una expresión para alabar a Dios. “La música es un regalo y una gracia de Dios, no un invento del hombre. Por eso echa fuera al enemigo y hace al pueblo regocijarse”.
El himno, “Castillo fuerte es nuestro Dios” vino a ser conocido como el himno de la reforma. Está basado en el Salmo 46: “Dios es nuestro amparo y fortaleza”. Las palabras de este himno fueron de inspiración y fortaleza para los muchos mártires del tiempo de la reforma, pero siguen siendo de gran animación incluso hasta nuestros días. Lutero escribió otros himnos, sin embargo, el que permanece como el más conocido sigue siendo “Castillo fuerte es nuestro Dios”.
Martín Lutero murió el 18 de febrero de 1.546. En su tumba están inscritas las palabras de la primera línea de este himno.